martes, 20 de agosto de 2013

Donde hay sol.

Hace unas semanas tenía que ir a un albergue. Sé que a estas alturas de mi vida, y por razones más profesionales que emotivas no puedo perder el control de mis emociones, pero aún ahora me resulta difícil.


Estaba aparentemente preparada para lo que sucedería, pero a decir verdad "jamás estaría preparada para nada".
Temprano fuí a comprar frutas para llevar al albergue, para mi suerte empecé el día con una gran experiencia, y es que los días a veces me acercan a grandiosas personas y así cuando estaba en el mercado, conocí a un señor que vende fresas y su familia se dedica al cultivo de ellas.

Este gran hombre (porque realmente lo es) poseedor de un gran corazón, inmensa bondad, capaz de ayudar y confiar sin duda alguna, me recordó las lecciones del alma.

Fui por una caja de mandarinas y gracias a él forme una sonrisa con plátanos.

Y dicen que no hay cura.

Para curarse de una enfermedad se necesita primero que nada: ganas.

Todas las enfermedades tienen momentos dolorosos y de molestias, muchas enfermedades no se perciben de inmediato, se necesita tiempo para caer en cuenta del mal, se necesita tiempo para que el mal evolucione, se necesita tiempo para indagar las causas, se necesita tiempo para aceptar que se esta mal, se necesita tiempo para decidir el tratamiento, se necesita tiempo para intentar curarse, se necesita tiempo, para sentirse curado, se necesita tiempo para llegar a curarse...



Y aquí estoy, sana, sin miedo, con pocos "remedios", con muchas de las pocas personas, con un espiritu que parece renovado, ganas y poder para seguir haciendo lo que me guste.

He revisado la maleta y todo esta completo.

Margarita.

Conozco a muchas personas a las que les cuesta reconocer la necesidad de un tratamiento psicológico, conozco también a las personas que asisten a uno y lo niegan u ocultan, finalmente conozco a otro grupo minoritario que asiste al psiquiatra... ellos si me han contado, osea no ocultan su situación.



¿Y yo?

Bueno, yo también visito al psicólogo cada que mantengo una interrogante por mucho tiempo, en algún momento pasé de psicología a psiquiatría. En realidad no entendí porque, jamás me haría daño, nunca tome las pastillas que me suscribieron, de hecho tenía problemas, pero aún así, sabía que no era necesario (disculpe doc).
Cambie de psicólogos  pero había una, una que por estar cerca, me resultaba más fácil consultar.
Ella hacía las cosas diferente, me dejo ir, volver, hacer mis preguntas.
Cuando el tiempo pasaba y perdía la cuenta, ella ya era una persona en quien confiar.

Si me ve recostada en el pasto, sabe que algo estoy pensando, si de pronto me paro en la puerta de su oficina y le digo: "Marga, hoy estoy feliz". Me responde: "Lo sé, ahora haces feliz a otros"

Lo siguiente son nuestras sonrisas.  

El Marin que naufraga.

¿Voy a preguntar por ti?...


Estaba pensando en cuando se acerco a hablarme, con una pregunta tan simple: "Hola, ¿Dónde compras... digo cómo elegiste tu raqueta?
Mi respuesta fue simple también, por la empuñadura. Tu debes ser _______, si quieres puedo decirte conseguir una a buen precio.
Nos toco el partido juntos, hablaste de tu novia, y halabas de ella de una forma evidentemente enamorado, tan enamorado y lleno de romance que te dije: "Demonios eres un romántico capturado".
mostrabas una personalidad ante muchos, pero cuando hablábamos eras otro, el que no entendía la maldad de algunas personas, el que tenía una necesidad...
Creo que era difícil entender cual era realmente esa "necesidad"...
Entiendo ahora algo que yo me preguntaba...
Dios sabe porque hace las cosas, lo difícil es saber que solo él sabe porque las hace. 

El espacio blanco.

Cuando no estoy enferma me recuesto en el piso y miro, pienso, imagino... Pero cuando estoy enferma no cambia mucho lo que podría mirar, pensaba demasiado, reflexionaba sobre lo que hice y lo que me gustaría hacer, tenía tiempo suficiente para pensar, pude confirmar algunos deseos que tengo, algunos sueños poco imposibles. recordar a las personas que empezaban a desaparecer de mis recuerdos, confirma sentimientos, me extrañaba, analicé mis cambios.


La enfermedad, aunque dolorosa y por momentos aburrida era una necesidad de mis órganos y mi yo que parecía desorientado.

Valoro mucho los actos de las personas.
Estoy motivada.

Vega.

Cuando tenía diez años y cursaba el 5to de primaria, ingresó a mi ex colegio un profesor.

Recuerdo al director, que siempre se mostraba estricto parado en las graderías, a su costado había un hombre mayor, de poco cabello (varios ya blancos), arrugas, con una pequeña barriga abultada que se escondía debajo del saco azul grafito, una solapera granate en el cuello, mirada fija, como la de quien estudia a los posibles problemas y quiere poner en claro que las reglas del juego están del lado de su cancha.


"Jóvenes, desde hoy nos acompañará como miembro del plantel el sr. coordinador Alberto Vega".
Todos aplaudimos, sin mucho miedo por aquel hombre mayor.

Basto un par de semanas para empezar a temerle, saber que su mano derecha sostenía el "cariñosito" que no era más que un bastón de policía escolar con el cual tenía libertad de corregir nuestras malas conductas, permiso de nuestros padres también tenía, y es que sí era la educación en ese entonces.

¿Cuántos años han pasado ya desde que dejé el colegio?
Sin darme cuenta son más de diez años, pero ni el tiempo ha permitido que las enseñanzas de "Vegueta" (como lo solíamos llamarlo) se olviden.

Nos vio pequeños, fue parte de nuestra formación y nos pudo ver adultos y con la buena conducta que nos inculcó...
Pude decirle que lo admiraba y el gran maestro que fue.
pudimos verlo decir: "Chau chicos".