martes, 20 de agosto de 2013

Vega.

Cuando tenía diez años y cursaba el 5to de primaria, ingresó a mi ex colegio un profesor.

Recuerdo al director, que siempre se mostraba estricto parado en las graderías, a su costado había un hombre mayor, de poco cabello (varios ya blancos), arrugas, con una pequeña barriga abultada que se escondía debajo del saco azul grafito, una solapera granate en el cuello, mirada fija, como la de quien estudia a los posibles problemas y quiere poner en claro que las reglas del juego están del lado de su cancha.


"Jóvenes, desde hoy nos acompañará como miembro del plantel el sr. coordinador Alberto Vega".
Todos aplaudimos, sin mucho miedo por aquel hombre mayor.

Basto un par de semanas para empezar a temerle, saber que su mano derecha sostenía el "cariñosito" que no era más que un bastón de policía escolar con el cual tenía libertad de corregir nuestras malas conductas, permiso de nuestros padres también tenía, y es que sí era la educación en ese entonces.

¿Cuántos años han pasado ya desde que dejé el colegio?
Sin darme cuenta son más de diez años, pero ni el tiempo ha permitido que las enseñanzas de "Vegueta" (como lo solíamos llamarlo) se olviden.

Nos vio pequeños, fue parte de nuestra formación y nos pudo ver adultos y con la buena conducta que nos inculcó...
Pude decirle que lo admiraba y el gran maestro que fue.
pudimos verlo decir: "Chau chicos".

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